El verano no pasó por ser demasiado especial. Hubo momentos buenísimos, llenos de familia, amistad, música y alegría, … pero también acontecimientos más grises que no dejaron aflorar el verano en todo su esplendor.
Un año más, llegó septiembre. Nuevas ilusiones, pilas cargadas y a por todas.
De repente, inesperadamente, todo se tuerce.
Tus energías se escapan entre los dedos de tus manos, como el agua se escurre por ellas.
Te das cuenta de que todo pende de un hilo invisible que te hace hoy sentirte el rey del mundo y mañana estás fuera de él.
Momento de tomar conciencia de las certezas de la vida. La vida es un viaje que tenemos que vivir con la intensidad y el cuidado que merece, porque no sabemos dónde está nuestra última parada.
Siempre lo decimos, pero casi siempre nos olvidamos de las más ciertas obviedades.
Espero tenerlas presentes.
Está claro que no somos indestructibles, sino más bien, vulnerables.
Sólo si hay llama de amor, vuelve la esencia. Sólo si la piel dormida despierta, sabré quién soy, sabré hacia dónde voy...