sábado, 28 de noviembre de 2020

Parece que la fiesta terminó


 


Aunque mi realidad más cercana está conectada a los alardes futbolísticos casi diarios del inigualable Leo Messi, hoy toca recordar al Diego. Diego Armando Maradona. 

En nuestra juventud jugábamos al fútbol (aún lo seguimos haciendo), nos apasionaba, ... Y ahí estaba Diego, chiquitillo y cabezón, con el 10 a la espalda. Nadie hacía en el campo lo que él hacía, nadie podía pararlo. Tenía un halo especial. Eso que sólo tienen unos pocos elegidos para conectar con los demás. 

En todos los equipos por los que pasó, dejó una huella imborrable. Posiblemente en Nápoles fue donde más largo tiempo pudieron disfrutar de su magia con el balón en los pies. Él solo hizo grande a un equipo que, hasta ese momento, no estaba acostumbrado a ganar. Él llego, JUGÓ y venció. Convirtiéndose en un verdadero emperador. 

Esa manera de jugar al fútbol tan apasionada, su amor por la albiceleste, su conexión con el público, ese Mundial de Méjico, ... la Mano de Dios, el Barrilete Cósmico!!!

Se marcha Diego. Hasta siempre, pibe. 

¡Maradona siempre vivirá!