Mi admirado Joan Manuel Serrat dice en una de sus canciones que "de vez en cuando la vida está tan bonita que da gusto verla". ¡Cuánta razón tiene!
Llegó sin hacer ruido. Callada, discreta, con una sonrisa nerviosa que se dejaba intuir a través de su mascarilla y con esa luz en los ojos que sólo tienen los que están llamados a ser verdaderos modelos a seguir, ... Y ella lo es.
Me refiero a Laura, la alumna a la que he tenido el placer de acompañar en sus prácticas como futura docente. Tuvo conmigo las palabras más bonitas que me han dicho en mucho tiempo. Me dijo, con esos ojos brillantes a los que antes me refería, que uno de los motivos por los que quiso ser profesora fue por mí. Sinceramente, no pude evitar emocionarme cuando la escuché.
Cuando uno desempeña su tarea diaria está en mil cosas y, a veces, se piensa que todo va tan rápido que las cosas que hacemos o decimos, caen en saco roto. Cuando la vida te hace un regalo así, uno no tiene más remedio que estar de acuerdo con el amigo Serrat.
Está claro que el profe no es nada sin sus alumnos. Esos a los que tanto les reprocho su falta de compromiso y esfuerzo diarios. Me siento orgulloso de ellos. Han tratado a Laura como una más de la familia, la han respetado y la han ayudado. ¿Qué más puedo pedir? Valores de los que tanto hablamos en clase ... ¿Qué sería la vida sin ellos?
Gracias, chicos. Muchísimas gracias por haber dado lo mejor de vosotros en todo este tiempo y demostrarle a Laura vuestro cariño y respeto.
Laura, ... sólo me queda desearte todo lo mejor que aún está por venir. No me cabe duda de que tus futuros alumnos serán muy afortunados de tenerte como profesora.
Gracias por permitirme aprender de ti. Has sido un auténtico regalo para todos nosotros.
Un beso muy grande y hasta siempre.
